Quien mas y quien menos tendrá su historia en el inicio de este maravilloso deporte. Algunos, porque tuvieron la oportunidad de disfrutar en su urbanización de una pista. Algo raro, que medía 20X10 con paredes y rejas, algo parecido al tenis… pero que no era tenis… ni frontón… ni nada similar, pero sí parecido; a otros, porque les habló un conocido, a otros un amigo, a otros un vecino…pero, de repente, todos sabíamos qué era el pádel.
Y un día sucede lo que nunca había pensado. Vaya, mi pareja, que ha estado haciendo por primera vez en su vida deporte y que estaba encantada con este deporte, se lesiona; debo sustituirla y, así, no dejar “colgadas” al resto de las alumnas.
Vaya, primer movimiento, ni rozo la pelota. El monitor me pide que me ponga de lado, que arme con mi mano derecha y que siga la pelota con mi mano izquierda. Veo que la pelota se acerca, lo tengo todo claro, estoy convencido de que lo voy a hacer perfecto y que el monitor estará orgulloso de mí; mis compañeros alucinarán y, de ahí, a ser un profesional, solo serán un par de meses.
Todos esos pensamientos se condensan en medio segundo. Los sueños, sueños son, como decía Calderón de la Barca. Fantasías de ayer y hoy. Pero la realidad es otra. Mi pierna derecha -adivine usted porqué-, se pone delante de la izquierda. Mi mano derecha no arma, mi pala no sube y mi mano izquierda está pegada a mi bolsillo del pantalón.
Cuando se acerca la pelota, es como un Lebiatán rabioso, que me va a morder y triturar. Se me agarrota el cuerpo, no sé que hacer, y la pelota se sigue acercando…”Oh my God”, resuena en mi cabeza; pero, ¿qué hago? Trato de golpear a la pelota y lo único que consigo es mandarla a la urbanización de al lado. ¡Vaya bateo de baseball! ¡Un desastre!
Mis sueños de convertirme en profesional se desvanecen, no he conseguido darle caña, no he colocado la pelota en su sitio, vaya desastre… ¡o no! Resulta que, aunque no he conseguido nada, algo se ha apoderado dentro de mí. Me ha gustado el conseguir dar a la pelota y lo único que quiero es que me vuelvan a tirar la pelota para tratar de coordinar mis órganos con el fin de poner la pelota donde me dice el monitor, hacerlo correctamente y que, mis sueños, ahora más mundanos, se conviertan en realidad.
Me lanzan la pelota, ahora consigo poner mis músculos y mi cuerpo de forma correcta, y el resultado es golpear mejor la pelota y que llegue al campo contrario. Vaya, un logro. Sigue sin control, pero ya es una mejora. Y busco la siguiente, y la siguiente y la siguiente. Mi progresión es evidente.
Y, poco a poco, irá a mejor.
Vaya. ¿Solo una hora? Ya ha terminado la clase. Veo recoger el carro con todas las pelotas y lo único que quiero es que llegue pronto la siguiente semana para poder dar de nuevo otra clase. Ahora, sé que voy a poder mejorar aún más los golpeos de derecha que he realizado y me pondré a conciencia con lo que llaman el revés…vamos, que lo pienso clavar.
Y a la siguiente clase mejor, y en breve, jugando partidos. Pero qué bien me lo paso. He disfrutado.